Cultura afroTodos

¿Dónde está el queltehue?

By 31 diciembre, 2015 No Comments

Resumen: En los inicios del año 2015, se construyeron las primeras gaitas colombianas con madera de alerce; instrumentos que fueron parte de una obra de danza contemporánea en donde participaron los gaiteros más australes del mundo.

Relato empírico y testimonial de la llegada de ritmos Caribe a las costas lluviosas de Puerto Montt, X región de Chile.

Estilo narrativo: Irrealidad disminuida. Realismo en-cantado. Preimaginación poética.

 

 

 

Un aire, un aire, un aire,

un aire,

un aire nuevo:

no para respirarlo

sino para vivirlo.

Gonzalo Rojas

Carlos Vives en MTV de los 90

La primera vez que escuché los sonidos de la gaita colombiana fue en un video de Carlos Vives en los años 90 en MTV. Me pareció un sonido “excéntrico y hondo”. Recuerdo esa introducción de la canción La gota fría. Son como tres segundos del inicio donde suena una gaita, antes del acordeón. Muchos años después, supe que esa canción era una versión de un vallenato. La sonoridad de la gaita me quedó revoloteando en las oscuras cavidades de la memoria. Debió pasar mucha fiesta rancia, mucho ruido amplificado, mucho Axé Bahía y chorros y chorros de música en inglés, para llegar a escuchar, ya en la universidad, a Toto La Momposina y su canción Las cuatro palomas. Y allí volvió a aparecer ese viento misterioso, acompañado de tambores fiesteros, ahora con un sonido mucho más claro y definido. De ese entonces, recuerdo un cd completamente rayado de tanto darle play. Por suerte apareció el mp3. Entonces, Sergio Barría me dio a conocer al grupo Los gaiteros de San Jacinto. Me quemó un disco titulado Un fuego de sangre pura. Y me comencé a poner serio con la cumbia, con toda esa música de la costa Caribe. Yo mismo me estaba rayando y quemando como un cd. El golpe final me lo dio youtube.

Efecto Caimán

Año 2006. Sergio Barría invita a amigos de diversas procedencias, planetas y credos religiosos a tomar once a su casa y tocar tambores. Fue una once que entre paltas y tomates terminó siendo el inicio de un grupo musical. Nos comenzamos a juntar a ensayar en una plaza cercana a la laguna de Las Tres Pascualas en Concepción. En el proceso se fueron arrimando distintos seres humanos en peligro de extinción. El primer grupo estaba conformado por Tatiana Gómez, Jaime Arce, Pablo López, Loreto Cortés, Patricia Otárola, Carolina Contreras, Cristián Barría, Sergio Barría y Felipe Andrades. Y de cada uno de ellos tengo recuerdos brillosos. Las peripecias, los toques, las conversaciones, las noches dadas vueltas y los estados de alucinación fueron infinitos. No es fácil que la música ocurra. No es fácil que suene un guaracazo vivo y caliente. Con todos ellos ocurrió. Y resultó un grupo de cumbia tradicional colombina llamado Efecto Caimán. Teníamos un cocodrilo de esponja que nos acompañaba en cada toque, una suerte de mascota tropical. Y tocamos y tocamos en fiestas, peñas y matrimonios. Concepción en este sentido fue y sigue siendo una buena tierra para los tambores. Florecía en las riveras del río Bío-Bío[1], el afrocolombiano, el afrobrasileño, el afromandingue y el candombe uruguayo paralelamente. Ahora que lo escribo me parece bien particular; esa sed negra que allí existió y aún existe. Las fiestas en donde nos reuníamos ocurrían en sindicatos donde se vendían muchas sopaipillas y vino caliente. Lo que ayudó a que prenda el tambor y se mantengan los grupos circulando, fue el creciente interés universitario por la fiesta en vivo y por bailar. Además había una escuela anterior, distintos músicos y grupos, como los Vagones Pipa, Disidentes del 58 y así hacia atrás. Incluso a inicios de los 90 hubo un grupo afrocolombiano que se llamaba Palenque, donde también tocaba Sergio Barría. Quizás no hay tanto material circulando de lo que digo. En ese entonces los celulares venían con poca memoria y las cámaras fotográficas eran más escasas. No como ahora que somos en full hd, (aunque no sé si tan reales).

 

Renato creía que las gaitas eran escocesas

Las gaitas colombianas son instrumentos musicales de viento y no tienen nada que ver con las gaitas escocesas. El origen de la gaita colombiana es indígena y antiguo. Se parecen a las quenas andinas, aunque indudablemente la gaita es más larga. Aquí una primera aclaración: las gaitas colombianas son dos. La gaita macho, que acompaña con la base, y la gaita hembra, que es la juguetona, la trinante y la pajarística. Para que suene “la gaita” deben haber dos soplando. Pero la cumbia de gaita necesita más músicos, porque la cumbia se toca además con tres tambores. Y seis y siete y ocho que canten en español y así sucesivamente. Siempre aparece la danza, la fiesta y el amor. Por eso se dice que la cumbia es como una síntesis de la historia del continente. Reúne en sus sonidos al indígena, al africano y al español.

 

Nando Coba en Concepción

Cristian Barría, me contó que el doctor Nando Coba, el maestro cumbiero, el compositor de la canción Conmigo nadie se meta, estaba viviendo en Concepción. Septiembre del 2010. Y nadie se había dado cuenta. El doctor colombiano se había venido a hacer una especialización en endoscopia a Chile. El propio Nando le estaba enseñando a Cristian a tocar gaita. ¡Qué cuático! Mirando unas fotos me di cuenta que el mismísimo Pancho Bascur estuvo haciendo el registro de algunas de esas sesiones. ¡Qué visionario e inquieto que es ese Bascur! Meses después, en el parque el Litre, Cristian Barría me hizo comprar dos cervezas y comenzamos a tocar gaita. De todo ese proceso maravilloso terminamos siendo los gaiteros de la agrupación musical La Zumbadera y nos tocó soplar y soplar adentro de largas y oníricas noches delirantes del puerto de Valparaíso. Fuimos parte de la cumbia, junto a otros seres mitológicos: Gonzalo Bujanda, Javiera Valenzuela, Camila Delgado y Su Varela.

 

Los gaiteros más australes del mundo

Claudia Munzenmayer, la gran bailadora afro, vino a Puerto Montt[2] a presentarse con su elenco. Le escribió a Carolina. Tras bambalinas Claudia nos contó que en Metri[3] vivía una pareja de gaiteros. Al principio me reí, porque en Chile entero no debe haber más de treinta personas que toquen gaita. Pensé: deben ser los gaiteros más australes del mundo. Y así conocí a Julián Semler y Macarena Gómez. Ambos tocaban gaitas colombianas y estaban igual de rayados de cumbia que Carolina y yo. Venían llegando a Metri del largo viaje latinoamericano. Después de haber tocado por todos lados cuecas y cumbias. Eso, hace un año y medio atrás.

Nosotros con Carolina veníamos de haber rodado Rocío, te amo, una obra de danza contemporánea[4]. Otra onda. Carolina es mi compañera, o yo soy su compañero o viceversa. Junto a Julián y Macarena se nos ocurrió postular a unos fondos de cultura para hacer una obra que fusione todos nuestros delirios y caminos. Una obra de creación colectiva, una obra de danza contemporánea que contenga melodías del Caribe y melodías del sur. Una obra que se aleje del concepto del ballet folclórico, una obra de danza contemporánea. Una obra que se llame: De Ceiba y Canelo, inspirada en la ruralidad latinoamericana, en sus bosques y en su mar. Y nos ganamos un FONDART[5]. Cuando supimos que nos habíamos adjudicado los fondos ya estábamos tocando cumbia afrocolombiana con la agrupación musical Sendero Sonoro. Julián ya había comenzado a componer canciones en gaita, como esa en ritmo de puya que se llama: ¿Dónde está el queltehue?

 

Se corrió la voz

Pato Cano, la primera vez que llegó a ensayar con nosotros, nos tuvo que acompañar a tocar gaitas a un funeral de un colono del sur. Inmediatamente se enchufó con nuestra onda de mate y pan integral. Renato Navarrete venía llegando desde México y como ya dije, pensaba que las gaitas eran escosesas. Pero Renato en el fondo sabía que había que ponerse serio con la cumbia para que la cumbia se ponga seria con uno. Julián compuso la música. Rosana Ilabaca es nuestra iluminadora. En Ceiba y Canelo ha sido una prenda querida de nuestro corazón. Camila Villalobos se arrimó a la danza y se transformó, de pronto, en un pequeño chucao. A Paula y a Macarena les pasó lo mismo: se pusieron una falda y comenzaron a volar. Y por añadidura se sumó Felipe, pololo de Camila, quien nos hizo el sonido y también Camilo, pololo de Paula, quién se aplicó con todo el diseño de la papelería.

 

Carolina asumió el rol de la dirección. Con mi viejo nos aplicamos con la escenografía. Felipe Novoa, el creador del video promocional de la obra, se vino a vivir a Puerto Montt. Camila Gómez, la hermana de Macarena, nos sacó fotografías maravillosas. No está de más decirlo en todo caso; uno de los elementos más hermosos de la obra ha sido la correspondencia estética entre la difusión y todo lo escénico. Realizamos siete funciones y convocamos a mucho público curioso. Debe ser que el mate ayuda al sureño a batir la lengua. Aquí en Puerto Montt ya se corrió la voz.

 

La gaita es para volarse

En el proceso de la creación de la obra nos dio por construir gaitas. Instrumentos musicales nuevos, nunca antes vistos, gaitas hechas con otros materiales. Nuestras propias gaitas. Con mi viejo ya nos habíamos ido en la volada de hacer tambores con madera de alerce. A él no le pareció tan difícil hacer ahora, los palos de las gaitas. Una vez hechos los palos, Julián haría el resto de la magia. Y el alerce es un árbol milenario y noble. Presente únicamente en el sur austral y en la patagona. Es el árbol nativo más alto del sur de América. Un alerce maduro puede tener 2.000 años de edad. Y nos fuimos con un hacha a talar alerces. Mentira. Lamentablemente, con la sed de progreso y la necesidad de abrir caminos, los habitantes del siglo pasado realizaron enormes quemas de estos bosques de alerces milenarios. Sobre todo entre el camino que une Puerto Montt y Puerto Varas. Pasando por el medio, se encuentra la población “Alerce”, que de alerce ya no tiene nada más que el recuerdo y la ironía de llamarse como aquello que ya no está. Allí, hoy en día viven muchos artesanos y gente que se dedica a rescatar los restos de toda esa madera quemada, las vetas chamuscadas de las enormes raíces muertas. Y de esas raíces de alerce fue que conseguimos la madera para construir los primeros tambores y las primeras gaitas chilombianas del sur ¿y para qué? para hacer nuestra cumbia austral. Cumbia abrigada, cumbia y guayabera. Y meterle candela y sabor, para que nuestros amigos bailen como esos arrayanes delirantes cuando sopla fuerte el viento sur.

Yo me pregunto si alguien habrá construido tambores o instrumentos musicales con madera de alerce. José Rojas, que desde niño traía la curiosidad musical, me contó que en su lejana infancia, vio a una señora en una feria de Santiago vendiendo una guitarra de alerce. ¿Existirá esa guitarra? ¿habrá sido realmente de alerce?¿quién la tocó? ¿habrá sido un sueño musical del propio José? Deben existir más instrumentos musicales de madera de alerce, considerando que aquí, en el sur, se descubrió uno de los yacimientos arqueológicos más antiguos de todo el continente: Monteverde. En el sur anduvieron compadres hace más de 15.000 años atrás. ¡Y pensar que Chile tiene un poquito más de 200 años!

 

Sobrevivir

De Ceiba y Canelo[6] aunó gente de distintas disciplinas. Ni siquiera tan artísticas. Los muchachos de Metri hacen pan integral y se dedican a la medicina alternativa, por ejemplo. Yo mismo no he estudiado formalmente música y tuve la patudés de subirme al escenario y tocar acordeón.Y por lo mismo no fue fácil trabajar colectivamente. Siempre estuvo el deseo de mandarnos a la cresta. Admiro un montón a las bandas de música que prevalecen por años. Ese gesto en sí mismo es contestatario. Las condiciones del juego son pencas, el mundo ya no es así, quiero decir, no es en grupo. Y más encima acá en Puerto Montt se parte el cielo lloviendo. Sin embargo, el cariño prevaleció y la obra ya nos resultó. Pienso en todos estos gestos: los sindicatos de danza, de actores, los colectivos literarios, los grupos musicales, las revistas que circulan. Todos son pequeños chispazos de resistencia. Pertenecer a uno, escribir una cosita, sacarse un temita, ensayar en la tardecita, son gestos que nos salvan de volvernos zombis. Necesitamos al otro y no precisamente para comerlo. Son gestos políticos que nadie nos puede quitar porque son gratuitos y son, esencialmente, para los demás.

 

En el sur de Chile siempre estuvo todo pasando

Toda esta vuelta para decir lo siguiente: en los inicios de la carretera austral, hicimos gaitas y tambores de alerce. Estrenamos y nos presentamos durante el año 2015 una obra de danza contemporánea que fue la materialización de un sueño melódico y un sueño de movimiento corporal. Un trabajo artístico medio anacrónico porque exigió de sus miembros un compromiso real. La cuesta artística del país es bien empinada. ¿A quién le gusta la danza?¿a quién le interesa la ruralidad latinoamericana?¿a quién le interesan las gaitas, las teteras, los mates, los tambores de alerce? ¿a quién le interesa el mundo afro en Chile? a casi nadie, y esos pocos que son los casi, nos dieron ficha.

 

 Reseña de la obra

De Ceiba y Canelo parte con cuatro gaitas de alerce sonando en vivo y de pronto, entra la tambora que también es de alerce, justo cuando llama el tambor llamador. El mismo llamador que nos hizo a mano Javier, uno de los integrantes de Los Gaiteros de San Jacinto, uno de los hijos del maestro Juan Chuchita. Luego aparece la danza del ensueño, los pajaritos amaneciendo, ocurre la cumbia y todo lo demás.

 

 

 

Notas

[1] El río Bío- Bío es el segundo río más largo de Chile, con una longitud de 380 km, es considerado una frontera natural que dificultó el avance de la conquista española hacia el sur, una de las ciudades más cercanas es Concepción.

[2] Puerto Montt es una ciudad del sur de Chile, capital de la provincia de Llanquihue y de la región de Los Lagos.

[3] Metri es una caleta de Pescadores ubicada al inicio de la carretera austral, sur de Chile.

[4] Rocío, te amo. Obra de danza contemporánea de la compañía Reverso, discursos en movimiento. Inspirada en el libro de poesía Chico Malilla, pequod editores. Más información en www.discursosenmovimiento.cl

 

[5] El Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes o FONDART es un fondo concursable administrado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes del Gobierno de Chile.

[6] Más información de la obra en https://discursosenmovimiento.wordpress.com/proceso-de-creacion/

 

 

 

Oscar Burgos Belmar, Puerto Montt, 1981. Escritor, teórico de la cumbia y profesor de la Universidad Austral, sede Puerto Montt, Chile. Escribe bajo el seudónimo de Oscar Petrel. Es uno de los coordinadores del festival Poesía a Cielo Abierto.

 

Mail: oscarpetrel@gmail.com